viernes, 25 de diciembre de 2015

Como cuidar nuestra alimentación en las fiestas

En el centro de todas las fiestas que celebramos es la comida. Disfrutar de manjares especiales, muchas veces muy copiosas, suele ser entendido como el placer máximo en las Fiestas de Navidad, Nuevo año y Reyes. 

El hecho de reunirnos en familia y con amigos para compartir la mesa hace que tanto ofrecer como recibir comido es un acto de amor que deberíamos vivir muy conscientemente. Renunciar a permitirnos disfrutar plenamente sería nada deseable.

Pero esto no quiere decir que todo valga! Pensar que ningún exceso importa y ya podemos remontar después de las fiestas, no es muy recomendable porque nuestro cuerpo, nuestras células tienen memoria!



Los excesos suelen restarnos placer al momento también, ya que nos volvernos somnolientos, pesados física- y anímicamente y hasta irritables.
Pero lo que no solemos percibir al momento es la inflamación que se crea a nivel celular. Y esto no se revierte tan fácilmente haciendo dieta en enero.

Aquí os quiere compartir un par de consejos para mantener la balanza en equilibrio, sin tener que renunciar al placer, pero ayudando a nuestro organismo de poder gestionar nuestros excesos:

Lo más importante es no pasarnos con los carbohidratos! Los picos glucémicos y por tanto de insulina son lo más nefasto para nuestra salud:

·         Evitar toda clase de zumos! Nunca tomar zumos en las comidas, ni light, ni 0! (niños tampoco). Acompañar las comidas con uno a dos vasos de vino no nos va restar salud y para quienes no lo toman un poco de agua. 
·         Por lo demás consumir el agua fuera de las comidas, ya que rebajaremos la acidez del estómago y este sentirá la necesitad de segregar más y más ácido clorhídrico para poder digerir la proteína.

·         Evitar cervezas y bebidas alcohólicas como aperitivo. Si los cambiamos por una  infusión calentita de jengibre y anís, nuestro sistema digestivo lo va agradecer enormemente.
·         Picar un par de aceitunas son un excelente aperitivo (sin pan!). Los aceitunas son activadores hepaticobiliares y ponen los jugos digestivos en marcha.

·         Evitar la fruta en las comidas! Las frutas se deberían siempre disfrutar solas, no se llevan bien con otros alimentos y suman demasiada carga glucémica. La única excepción es la piña que por sus enzimas nos va ayudar a digerir las proteínas.

·         Acompañar nuestros platos siempre con verdura! La verdura nos proporciona fibra que tanto necesita nuestro intestino y absorbe las grasas. Nos aporta minerales para contrarrestar la acidificación y otros nutrientes como enzimas (verduras crudas), vitaminas, clorofila (hojas verdes) etc.

·         Consumir germinados son una excelente elección de aportar nutrientes necesarios para un buen funcionamiento de nuestro metabolismo. Son un bonito adorno para cualquier plato y alimentos vivos llenos de energía vital.



·         Evitar los postres! No tenemos que renunciar a los turrones o postres navideños, solamente no consumirlos justo después de las comidas. Aparte de producir un gran pico glucémico y por tanto mucha inflamación interna, el estómago en presencia de demasiado azúcar va detener la disgregación de las proteínas y las proteínas medio digeridas llegan al intestino donde se creará putrefacción.
Nuestro organismo no podrá servirse de los aminoácidos y la putrefacción en nuestros intestinos tiene consecuencias fatales para toda nuestra salud.

·         Lo ideal sería dar un paseo después de las comidas y luego (pasadas 2 horas) gozar de estos dulces irresistibles. A partir de los más o menos 45 años es altamente recomendable compartir postre con alguien o comerse la mitad! Con los años nuestras células se vuelven más resistentes a la insulina y esto es la razón porque empezamos de acumular grasa abdominal con los consecuentes problemas cardiovasculares y metabólicos.

·         Compensar los excesos de según qué comidas concretas con otras más ligeras y saludables: hacer un desayuno (p. ej.) de 2 piezas de fruta solas o prepararse un smoothie (batido) verde.  Tomar un poco de sopa de caldo con cúrcuma y pimienta o una crema de verdura como merienda o cena. Ideal sería agregar semillas de lino recien molidas para ayudar al transito intestinal.


·         Aportar ácidos grasos Omega3! Son tan esenciales para nuestro metabolismo celular como para contrarrestar la inflamación silenciosa. Nos ayudarán mantener el colesterol bueno en sus niveles y metabolizar mejor las grasas. Consumir 1 a 2 cucharas de aceite de lino al día, algunas nueces y complementar la dieta con un buen suplemento rico en EPA (BioEFA 4Life-Research) nos va dar un gran beneficio para nuestra salud.

FELICES FIESTAS Y UN PRÓSPERO AÑO NUEVO!



domingo, 13 de diciembre de 2015

Enfermedad y consciencia ¿Para que enfermamos?

Siempre cuando la vida pesa demasiado, escucho a Emilio Carrillo. La claridad y sencillez de expresión es su gran don. Os aconsejo eschucharlo hasta el final, especialmente si la enfermedad os toca de cerca.



La enfermedad no es carente de sentido, no es sufrimiento innecesario, sin más, que toca a unos y a otros no. TODO tiene un PORQUE y un PARA QUE y el sentido de la vida es experimentar este plano, teniendo en cuenta que somos más.
Hemos encarnado en este mundo con programas que hemos elegido mucho antes y nuestra mente tiene sus ventajas, pero nos hace sufrir si juzgamos la vida a través de ella.
Los conflictos que ahí se crean en nuestro yo fisico, mental y emocional, buscan sanarse a través de la enfermedad y se manifiestan en estas células de que nos componemos físicamente.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

La dieta cetogénica. Porque es más natural que pensamos!




¿Que entendemos por natural o normal? Aquello que es beneficioso para nuestro organismo o aquello a que estamos acostumbrados?
Acostumbrados, sin duda, estamos a una dieta rica en azucares y carbohidratos. Lo que no escuchamos casi nunca, es, que la glucosa es un combustible “de emergencia”.
Sabemos que los dos principales combustibles metabólicos de nuestras células son la glucosa y los ácidos grasos.


Para entender estos 2 sistemas de producción de energía los ponemos en comparación:

1. La Glucosa: el metabolismo ‘de emergencia’ convertido en habitual
Cuando ingerimos hidratos de carbono, las enzimas digestivas transforman los diferentes azúcares en glucosa.
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Cuando el nivel de glucosa en sangre se eleva, el páncreas segrega cantidades proporcionales de insulina con el fin de distribuirla: una parte se emplea para proporcionar energía inmediata a las células, otra se transforma en glucógeno para rellenar los pequeños depósitos de músculos e hígado y el sobrante se almacena en el tejido adiposo, bien directamente o bien previo paso por el hígado, que producirá triglicéridos (de ahí que el nivel de triglicéridos dependa sobre todo de los hidratos de carbono ingeridos, no de las grasas).
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Cuando hay glucosa suficiente, es el combustible preferido por el organismo. Éste interpreta que se encuentra ante una situación de abundancia excepcional y pone en marcha una serie de procesos destinados a almacenar la energía que “cree” que necesitará más adelante, cuando vengan épocas duras. Los niveles de insulina se elevan, se almacena grasa a partir de la glucosa sobrante y, a la vez, la insulina también impide que dicha grasa se use como energía.(¡!!!)

Nuestros genes han sido labrados en épocas donde estos picos de glucosa eran excepcionales, y sólo ocurrían, como mucho, unas pocas semanas al año. Por ello, el cuerpo “dice”: atención, esta abundancia no volverá a suceder en bastante tiempo, dejemos de usar reservas de grasa que nos serán muy valiosas el resto del año, consumamos esta energía rápida que nos permitirá sobrevivir un día más y aumentemos el panel adiposo para cuando vengan épocas duras.

Los depósitos de grasa de un hombre medio podrían mantenerle con vida durante muchas semanas. Por contra, el total de depósitos de hidratos de carbono del cuerpo se agotaría en poco más de un día o dos.
La insulina es anabólica y promueve la creación de hormonas eicosanoides inflamatorias, pero es un precio bajo a pagar a corto plazo, puesto que en otras épocas su presencia era puntual.

El problema es que la alimentación moderna, tan alejada de una dieta cetogénica, está llena, a diario, de situaciones antes poco frecuentes: una pirámide alimenticia con casi un 70% de carbohidratos llenos de energía, que nos cubren de glucosa todos los días del año y hacen que lo que en otras épocas era excepcional ahora sea habitual.
Y a esa excepcionalidad convertida en habitual aún no se han ‘acostumbrado’ nuestros genes y nuestra fisiología, tallada durante millones de años en la escasez y el alimento poco denso en energía.

Nuestra época, especialista en crear bombas de alimento, densas en calorías y glucosa, nos hace permanecer todo el año en un estado de glucosa e insulina altas, con la inflamación que ello conlleva. Un estado antinatural, si por antinatural entendemos aquello que perjudica a nuestro organismo, por no ser a lo que está acostumbrado.
Podríamos trazar una ruta explicativa de todas las enfermedades crónicas partiendo de los altos niveles crónicos de glucosa e insulina y su relación con la inflamación.

2. Las Grasas: el metabolismo favorable a nuestra fisiología convertido en excepcional

Cuando el nivel de glucosa en sangre desciende, como durante el ayuno o durante una dieta cetogénica, nuestro cuerpo cambia a otro estado metabólico: la insulina también disminuye y se eleva la hormona que la complementa y es su reverso, el glucagón, producida igualmente en el páncreas. También se segregan en mayor cantidad catecolaminas (epinefrina y norepinefrina), cuyo mecanismo de acción es similar al del Glucagón con respecto al metabolismo.
Estas hormonas hacen que se liberen las reservas de glucógeno y, cuando éstas se agotan en parte, ponen en marcha el mecanismo de liberación de grasas.

La insulina representa al estado metabólico de la glucosa. El glucagón representa el de las grasas y ambas hormonas son los extremos de un eje: cuando la insulina es alta, el glucagón es bajo y predomina el metabolismo de la glucosa. Cuando la insulina baja, sube el glucagón y predomina el metabolismo de las grasas.

Siguiendo con el lenguaje simbólico, durante milenios el glucagón fue nuestro mejor representante, presente durante casi todo el año debido a una alimentación muy similar a la dieta cetogénica, haciendo que el organismo viviera durante los períodos de escasez, los más frecuentes, de las reservas de grasa acumuladas en períodos de abundancia, los más escasos, durante los cuales la insulina aumentaba.

En nuestros días, el glucagón ha sido “arrinconado” por la insulina, valiosísima en períodos cortos, nefasta cuando sus niveles están crónicamente elevados.

La relación se ha invertido: la hormona del corto plazo lo es ahora del largo plazo, y viceversa. Cada hormona “representa un estado” para el cual “no está preparada”.
Dicho de manera sencilla, el cuerpo tiene dos sistemas preferentes de uso de energía, que funcionan casi en forma de interruptor. Aunque siempre existe una convivencia de ambos tipos de combustibles, el organismo salta a uno u otro dependiendo de las condiciones externas de acceso a nutrientes.

El ejemplo más extremo de metabolismo “basado en la glucosa” lo constituye la dieta de la civilización occidental. El más extremo de metabolismo “basado en la grasa” lo constituye la dieta cetogénica.

Cuando la cantidad de glucosa sobrepasa determinado nivel, la cetosis no es posible debido a que la insulina corta la posibilidad de acceder a las grasas como combustible. En ese estado, casi todo el cuerpo utiliza la glucosa como principal fuente de energía, a excepción del corazón, que usa con preferencia ácidos grasos.
Durante el tiempo de adaptación a la dieta cetogénica, el hígado produce también cuerpos cetónicos a partir de los ácidos grasos. Al final del período de adaptación a la dieta cetogénica, casi todo el cuerpo funciona con ácidos grasos, mientras que el cerebro cubre entre un 60 y un 75% de sus demandas de energía con cuerpos cetónicos, y el restante 25 a 40% continúa necesitando de la glucosa.


¿En qué consiste la dieta cetogénica?

La dieta cetogénica consiste en limitar el consumo de carbohidratos hasta niveles muy bajos y aumentar el de las grasas, manteniendo niveles adecuados de proteínas.

Los alimentos de alto índice glucémico y alto contenido en carbohidratos (pan, pastas, arroz, patatas, azúcar, todo tipo de galletas y productos refinados, incluso legumbres) se sustituyen por verduras, setas y alguna fruta.
Se persigue con ello que el cuerpo deje de emplear la glucosa como principal fuente de energía y metabolice la grasa. La glucosa procede de los hidratos de carbono consumidos y de una parte de las proteínas consumidas en exceso. Los cuerpos cetónicos proceden de las grasas.
La dieta cetogénica imita los efectos bioquímicos del ayuno pero sin necesidad de pasar hambre.

A fin de cuentas, la dieta cetogénica se basa en conceptos que contradicen de raíz la actual pirámide “ideal” de los alimentos y contradice el paradigma nutricional oficial, pero parece ser útil contra diferentes enfermedades crónicas.
Todas las enfermedades crónicas están de alguna manera relacionadas. Lo que actúa contra una lo hace contra todas. Tanto como decir que existe una manera ideal de tratar la mayoría de enfermedades crónicas al situarnos en una especie de “zona bioquímica de salud”, donde los procesos principales que rigen la enfermedad (consumo de energía, hormonas, inflamación, sistema inmune) están equilibrados.


Fuente:

http://cancerintegral.com/dieta-cetogenica-contra-el-cancer-prejuicios


martes, 8 de diciembre de 2015

“La educación que tenemos roba a los jóvenes la conciencia, el tiempo y la vida”

“La educación que tenemos roba a los jóvenes la conciencia, el tiempo y la vida”, son palabras del psiquiatra Claudio Naranjo en una entrevista realizada por Alberto D. Fraile Oliver. Naranjo afirma que “o cambiamos la educación o este mundo se va a pique”.

Claudio Naranjo ha dedicado su vida a la investigación y a la docencia en Universidades como Hardvard y Berkeley. Ha fundado el programa SAT, una integración de la terapia Gestalt, el Eneagrama y la Meditación para enriquecer la formación de profesores.

En este momento está lanzando un aviso muy contundente:
“O cambiamos la educación o este mundo se va a pique”



-Dices que para cambiar el mundo hay que cambiar la educación ¿cuál es la problemática de la educación y cuál es tu propuesta?
-La problemática en la educación no es de ninguna manera la que a los educadores les parece que es. Creen que los estudiantes ya no quieren lo que se les ofrece. A la gente se le quiere forzar a una educación irrelevante y se defiende con trastornos de la atención, con desmotivación. Yo pienso que la educación no está al servicio de la evolución humana sino de la producción o más bien de la socialización.
Esta educación sirve para domesticar a la gente de generación en generación para que sigan siendo unos corderitos manipulables por los medios de comunicación. Esto es socialmente un gran daño. Se quiere usar la educación como una manera de meter en la cabeza de la gente una manera de ver las cosas que le conviene al sistema, a la burocracia. Nuestra mayor necesidad es la de una educación para evolucionar, para que la gente sea lo que podría ser.
La crisis de la educación no es una crisis más entre las muchas crisis que tenemos, sino que la educación está en el centro del problema. El mundo está en una crisis profunda porque no tenemos una educación para la conciencia. Tenemos una educación que en cierto modo le está robando a la gente su conciencia, su tiempo y su vida.
El modelo de desarrollo económico de hoy ha eclipsado el desarrollo de la persona.


-¿Cómo sería una educación para que seamos seres completos? 
-La educación enseña a la gente a pasar exámenes, no a pensar por si misma. En un examen no se mide la comprensión, se mide la capacidad de repetir. ¡Es ridículo, se pierde una cantidad tan grande de energía!
En lugar de una educación para la información, se necesitaría una educación que se ocupe del aspecto emocional y una educación de la mente profunda. A mi me parece que estamos presos entre una alternativa idiota, que es la educación laica y una educación autoritaria que es la educación religiosa tradicional. Está bien separar Estado e Iglesia pero, por ejemplo en España, han echado por la borda el espíritu como si religión y espíritu fueran la misma cosa.
Necesitamos que la educación atienda también a la mente profunda.

-¿Cuándo hablas de espiritualidad y de mente profunda a qué te refieres exactamente?
-Tiene que ver con la conciencia misma. Tiene que ver con aquella parte de la mente de la que depende el sentido de la vida. Se está educando a la gente sin ese sentido. Tampoco es la educación de valores porque la educación de valores es demasiado retórica e intelectual. Los valores deberían ser cultivados a través de un proceso de transformación de la persona y esta transformación está muy lejos de la educación actual.
La educación también tiene que incluir un aspecto terapéutico. Desarrollarse como persona no se puede separar del crecimiento emocional. Los jóvenes están muy dañados afectiva y emocionalmente por el hecho de que el mercado laboral se traga a los padres y ya no tienen disponibilidad para los hijos. Hay mucha carencia amorosa y muchos desequilibrios en los niños. No puede aprender intelectualmente una persona que está dañada emocionalmente.
Lo terapéutico tiene mucho que ver con devolverle a la persona la libertad, la espontaneidad y la capacidad de conocer sus propios deseos. El mundo civilizado es un mundo domesticado y la enseñanza y la crianza son instrumentos de esa domesticación. Tenemos una civilización enferma, los artistas se dieron cuenta hace mucho tiempo y ahora cada vez más los pensadores.


-A la educación parece solo interesarle desarrollar la parte racional de la gente ¿Qué otras cosas podrían desarrollarse?
-Yo pongo énfasis en que somos seres con tres cerebros: tenemos cabeza (cerebro intelectual), corazón (cerebro emocional) y tripas (cerebro visceral o instintivo). La civilización está íntimamente ligada por la toma de poder por el cerebro racional. Con el momento en que los hombres predominaron en el dominio político, unos 6000 años atrás, se instaura esto que llamamos civilización. Y no es solamente el dominio masculino ni el dominio de la razón sino también de la razón instrumental y práctica, que se asocia con la tecnología; es este predominio de la razón instrumental sobre el afecto y sobre la sabiduría instintiva lo que nos tiene tan empobrecidos. La plenitud la puede vivir sólo una persona que tiene sus tres cerebros en orden y coordinados. Desde mi punto de vista necesitamos una educación para seres tri-cerebrados. Una educación que se podría llamar holística o integral. Si vamos a educar a toda la persona, hemos de tener en cuenta que la persona no es solo razón.
Al sistema le conviene que uno no esté tanto en contacto consigo mismo ni que piense por sí mismo. Por mucho que se levante la bandera de la democracia, se le tiene mucho miedo a que la gente tenga voz y tenga conciencia.
La clase política no está dispuesta a apostar por la educación.

-La educación nos sumerge en un mar de conceptos que nos separan de la realidad y nos aprisiona en nuestra propia mente ¿Cómo se puede salir de esa prisión?
– Es una gran pregunta y es una pregunta necesaria en el mundo educacional. La idea de que lo conceptual sea una prisión requiere una cierta experiencia de que la vida es más que eso. Para uno que ya tiene el interés en salir de la prisión de lo intelectual, es muy importante la disciplina de detener la mente, la disciplina del silencio, como se practica en todas las tradiciones espirituales: cristianismo, budismo, yoga, chamanismo…  Parar los diálogos internos en todas las tradiciones de desarrollo humano ha sido visto como algo muy importante. La persona necesita alimentarse de otra cosa que conceptos. La educación quiere encerrar a la persona en un lugar donde se la somete a una educación conceptual forzada, como si no hubiera otra cosa en la vida. Es muy importante, por ejemplo, la belleza. La capacidad de reverencia, de asombro, de veneración, de devoción. No tiene que ver necesariamente con una religión o con un sistema de creencias. Es una parte importante de la vida interior que se está perdiendo de la misma manera en que se están perdiendo los espacios bellos de la superficie de la Tierra, a medida que se construye y se urbaniza.


-Precisamente quería preguntarte tu opinión sobre la crisis ecológica que vivimos.
-Es una crisis muy evidente, es la amenaza más tangible de todas. Se puede prever fácilmente que con el calentamiento de la Tierra, con el envenenamiento de los océanos y otros desastres que están pasando, no vamos a poder sobrevivir tantas personas como las que somos ahora.
Estamos viviendo gracias al petróleo y consumimos más recursos de los que la tierra produce. Es una cuenta atrás. Cuando se nos acabe el combustible será un desastre para el mundo tecnológico que tenemos.
La gente a la que llamamos más primitiva como los indígenas tienen una forma de tratar a la naturaleza que no viene del sentido utilitario.
En la ecología como en la economía y otras cosas, hemos querido prescindir de la conciencia y funcionar sólo con argumentos racionales y eso nos está llevando al desastre. La crisis ecológica sólo puede pararse con un cambio de corazón, verdadera transformación, que sólo la puede dar un proceso educativo. Por eso no tengo mucha fe ni en las terapias ni en las religiones.
Solo una educación holística podría prevenir el deterioro de la mente y del planeta.

-¿Podríamos decir que has encontrado un equilibrio en tu vida a esas alturas?
-Yo diría que cada vez más, aunque no he terminado el viaje. Soy una persona que tiene mucha satisfacción, la satisfacción de estar ayudando al mundo en el que estoy. Vivo feliz, si se puede ser feliz en esa situación trágica en la que estamos todos.

-Desde tu experiencia, tu trayectoria y tu madurez, ¿cómo procesas el hecho de la muerte?
-En todas las tradiciones espirituales se aconseja vivir con la muerte al lado. Hay que hacerse a esa evidencia de que somos mortales y creo que el que toma la muerte en serio no será tan vano. No tienes tanto miedo a cosas pequeñas cuando hay una cosa grande de la cual preocuparte más. Yo creo que la muerte sólo puede superarla uno que en cierto modo muere antes de morir. Uno tiene que morir a la parte mortal, a la parte intrascendente. Los que tienen suficiente tiempo y vocación y que llegan suficientemente lejos en este viaje interior se encuentran tarde o temprano con su verdadero ser. Y ese ser interior o ese ser lo que uno es, es algo que no tiene tiempo y que le da a una persona una cierta paz o un sentido de invulnerabilidad. Estamos muy absortos en nuestra vida cotidiana, en nuestros pensamientos de alegría, tristeza, etc… No estamos en nosotros, no estamos atentos a quien somos. Para eso necesitamos estar muy en sintonía a nuestra experiencia del momento. Esta es la condición humana, estamos viviendo hacia el pasado y el futuro, el aspecto horizontal de nuestra vida.
Pero poco atentos a la dimensión vertical de nuestra vida, el aspecto más alto y más profundo, eso es el espíritu y es nuestro ser y la llave para acceder es el aquí y ahora.
A veces vamos en busca del ser y a veces nos confundimos en la búsqueda de otras cosas menos importantes como la gloria.

Autor: Alberto D. Fraile Oliver